Quietud en los pasos y en la mirada.
La mañana se viste austera
esperando un nuevo itinerario de marcha.
El fluir de los minutos
deja un acompasado vaivén de tiempo,
que se torna desasosegante
con el transcurrir de los lazos
que nada atan.
Espacio vacío de tiempo errante
sin más fundamento
que el de dejarse llevar.
Se acoquinan mis manos
cuando el aire gélido
no deja que el calor de la piel
resucite las mortecinas caricias.
Como le explico al suspiro
que salir por salir no tiene razón,
si antes no se rompieron los ojos del alma.
Que buscar sin un fin
no es búsqueda, es perdida de aire y ganas.
He roto en mil pedazos
cada pedazo de tiempo hecho añicos
esperando encontrar
entre tanta minúscula partícula
un solo motivo para seguir.
A penas me quedan unos gramos de luz
en esta lamparilla
que sigue navegando
sola,
a la deriva,
por un mar
donde se perdieron las lágrimas proscritas.
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