Se quiebra la tabla salvavidas
cuando el peso sobre ella
rebasa en miles de arrugas,
y decenas de equinoccios.
La mariposa-luciérnaga
emite destellos anunciando un camino
que no siempre es seguro,
pero las ánimas perdidas
no quieren abandonar este peregrinaje.
El desconcierto reina en el cajón donde guardé:
-
la puesta en escena de un desplante
-
los susurros de muchos amaneces,
-
las mentiras piadosas al oído y
-
miles de miradas de suplicas y ruegos.
Ya no queda tiempo para reorganizar la vida.
Los despropósitos se calzaron zapatos de tacón
y la desidia se puso el plumón de vedette.
En este sarao, las copas llevan garrafón pintado
y el vino de mesa se sirve en cristal de Bohemia.
Los canapés rancios, en sus bandejas de plata,
se lucen como grandes anfitriones.
La música sale de una vieja gramola
y el confeti tiene
olor a naftalina.
Lástima que la tabla ya se hunde,
no podré salvar(me), el corazón de piedra
pesa tanto, que el fondo se ve ya muy cerca.