Los labios fingen una
pose
que ya no llega a ser roce.
Por más que lavo
esta mancha de miedo,
no sale.
El harapo ya no cubre
ni la risa escondida
de mi mano.
Queda poca ropa
con la que cubrir este
frío
y el día viene cada
vez más gélido.
Ya no miro con los ojos,
miro con el alma.
Y si no veo es que sé
que no están.
Acostumbro a soñar en
azul o en verde
porque la realidad
casi siempre amanece en barro.
(Miro con los ojos de
las vísceras,
y siento una punzada
en el corazón de mañana).
Ya no quedan monedas
con las que comprar un
par de abrazos,
el precio de las
necesidades va subiendo
y la economía de mis imprescindibles
bajando.
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