Contengo la respiración
cuando el gas de la “noche sin tregua”
se abre paso entre los hedores de un día de cloaca.
Ni el cigarro con aroma de nostalgia
puede acabar con este nauseabundo olor.
Los primeros rayos solares
traen consigo la fragancia que un día voló de mi piel.
Desnuda recorro las estancias de ventanas abiertas,
esperando que me reconozca y vuelva a ser parte de mi
epidermis.
El sombre de ala ancha voló,
alzó vuelo y el pelo anda como loco bailando al viento.
El árbol de los deseos está repleto de nidos de sombreros,
esperando la nueva remesa de huevos de sueños soñados.
Conviene hacer la maleta y emigrar a llanuras donde
las amapolas y los girasoles no le tengan tanto miedo
a la tormenta enferma de ideas.
¡ Buen viaje ¡
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