Con el rostro
entre las manos,
lamentamos y
no hacemos.
Lloramos y
gemimos,
esperando que
sea otro
el que
solucione los problemas.
Arrastrados
por una corriente
de absurdo
mutismo y aceptación,
tolerando lo
no tolerable,
y aceptando
lo no aceptable.
Cual masa
amorfa y vacía.
Raquíticos de
moral
sin doble
moral.
Cabizbajos y soñolientos,
adormecidos
como por somníferos
de realidades
inventadas.
Abocados a un
fin apocalíptico,
si antes no
despertamos a bofetadas.
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