En el espacio por el que transito,
los atardeceres de los recuerdos
se acomodan en los rincones,
esperando una ráfaga de tiempo
para pasar a la acción.
En un susurro sólo perceptible
por mí, acarician mis
oídos y
rozan mi cerebro ahíto de buscar.
El blanco y negro de las fotografías mentales
es ya más amarillento que claro,
y mi percepción de una realidad pasada
se va desdibujando .
El tiempo se comporta como
un borrador y elimina a su antojo
los trazos que él quiere,
sin darme opción a guardar,
y me quedo así, absurda y cansina
recordando recuerdos.
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