Confío en ponerle nombre al día,
no poder nombrarlo me confunde.
Descoso la etiqueta que un día puse
esperando poder reconocer sólo con sentir.
Es tan corto el ocaso y tan larga la luz que penetra,
que me duele cada roce que no me nombra.
Reinventar la mañana
si el silencio no sabe susurrarme su poso,
si la mano ya no tiembla si te veo,
si el beso se secó en una lágrima
y el aliento supo a miedo.
(Poner nombre a lo que
importa,
para no perderle en el
vacío).
Quemar en la pira
los cadáveres de los días sin nombre
y volver a decir con voz clara
cada momento que alimente mi alma.
Resucitar los ojos yertos
de entre las miradas muertas y vacías,
y volver a ver la luz que un día me deslumbró.
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