Le pongo candados a la nada
y le abro la puerta a todo,
el olor a rancio
se va disipando
y aparecen aromas limpios.
Se diluye la imagen
con cada brisa de tiempo,
se pierde en un finito minuto,
en un fluctuar de edades olvidadas,
estaciones marchitas…
como flores secas
entre las hojas de un viejo libro.
Se pinta la cara
la luz del recuerdo,
irradiando un destello
que quizá nunca tuvo,
pero el recuerdo es caprichoso
y la mirada solo ve lo que quiere.
Como barquito a la deriva
se va perdiendo
en ese mar de corrientes
que no se sabe dónde acaba.
Se desdibuja la silueta
como los trazos de un oleo
cuya pintura se hubiese corrido.
Aprender a ser,
a estar,
a querer lo que es…
pero sigue estando
fuera de lugar
en el lugar que le corresponde.
Abrazar esta nueva piel,
que cubre por entero
su nuevo invierno,
y aprender a sentir
la calidez de unos guantes
que aún le son ajenos.
y le abro la puerta a todo,
el olor a rancio
se va disipando
y aparecen aromas limpios.
Se diluye la imagen
con cada brisa de tiempo,
se pierde en un finito minuto,
en un fluctuar de edades olvidadas,
estaciones marchitas…
como flores secas
entre las hojas de un viejo libro.
Se pinta la cara
la luz del recuerdo,
irradiando un destello
que quizá nunca tuvo,
pero el recuerdo es caprichoso
y la mirada solo ve lo que quiere.
Como barquito a la deriva
se va perdiendo
en ese mar de corrientes
que no se sabe dónde acaba.
Se desdibuja la silueta
como los trazos de un oleo
cuya pintura se hubiese corrido.
Aprender a ser,
a estar,
a querer lo que es…
pero sigue estando
fuera de lugar
en el lugar que le corresponde.
Abrazar esta nueva piel,
que cubre por entero
su nuevo invierno,
y aprender a sentir
la calidez de unos guantes
que aún le son ajenos.
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