Me dicen mis dedos
que no encuentran el juego,
que se sienten vacíos y perdidos.
Me dicen mis brazos
que tienen demasiado hueco,
que hay un frío de nada
viviendo entre ellos.
Me dicen mis ojos
que les cuesta ver
lo que ya no está,
lo que estuvo y se fue,
lo que murió o marchó.
Me dice la piel
que le duelen los poros
que la sal se hizo fuerte,
y la tersura ya no anida en ella.
Me dicen los labios
que apenas están vivos,
que la voz no sale por la boca,
que se queda en el hueco de una muela.
Me dice el corazón…
¡aquí me planto,
ya no escucho más miedos!
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