Amanece mi enero
con el semblante frío
y la tez blanquecina.
Hay una escarcha
de rocío mañanero
instalada en la piel
y en las pestañas.
Se divisa en neblina
la luz del alba,
que avanza serpenteante
por entre los fantasmas de
los eneros pasados…
Agoniza el arcoíris
cuando el viento sopla recio
contra los cristales transparentes de mis ojos,
(no veo iluminarse el cuarto cálido,
solo la niebla y el caos).
Se me escapan a borbotones
los fragmentos de colores,
que guardé en mi garganta
una olvidada mañana de ENERO.
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