Y trae la nueva tarde fragancias,
que perfuman las más tristes estancias.
Y llega un suave viento de locura,
que desata y libera la ternura,
que limpia la sala, la más oscura,
que con su leve roce todo cura.
Tiene aroma de mano maternal,
roce puro, ternura paternal.
Y se evaporan las mieles más rancias,
se disipan las voces de tortura,
y desaparece el ruido banal.
Había noches de llanto fatal,
noches de tedio, noches desventura,
que rompían la paz de mis ganancias.
Mil voces huecas de frío invernal,
miradas tristes, grietas sin final.
Esta fragancia limpia, la más pura,
de los días de luz y sin mesura,
que llenaban mis horas de tersura,
viven en mi boca, en la comisura.
Los recuerdos de las tiernas infancias
son los más vívidos, sin arrogancias.
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