Empiece cuando empiece o como empiece,
siempre siento que es un final más que un principio.
Controlar los espacios de tiempo
es tarea de camicaces atemporales.
Tras las miradas fortuitas de ayer
se esconden futuros posible.
Nada más incierto que la incertidumbre.
Nada más cierto que la nada.
Aunque nada sea posible,
todo es probable.
Me sitúo en el espacio que queda
entre las manecillas de un reloj,
no me atrevo a moverme.
Dubitativa y confusa,
espero a que aclare el cielo de esta mañana
sin flores pero con perfume.
El tiempo se ralentiza
cuando paso mi mano por el pasado
y sitúo mis ojos en su futuro.
(Y le compro un pedazo de tiempo a la suerte
por ver si alguna vez vendrá de cara).
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