En las largas noches
repletas de oníricas horas
recorro incontables mundos.
Mundos nácar,
esencia natural con brillo propio.
De noches de luna llena,
plenilunio incorpóreo y casi místico.
Mundos fuego,
de grandes pasiones
y lujurias desatadas.
Rojo atardecer en el horizonte para una mañana de reposo
blanco.
Mundos níveos,
blancos y gélidos como carámbanos.
Paseo por calles repletas de ausencias,
de ojos que no ven
y almas perdidas en aguas congeladas.
Mundos plenos,
repletos de risas y abrazos,
de llantos limpios y manos llenitas de caricias.
De besos en los parpados
y “roces de piel que dejan la piel a flor de piel”.
Rebanadas de pan recién horneado
y aroma a leña de hogar.
………………………..
despierto a la realidad
donde encuentro por sus callejuelas
un poco de cada uno de esos mundos.
La vida se abre por sus páginas
como un libro repleto de miles de historias.
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