Se desliza la vida
por los flecos del día,
ondeando al viento
como pequeñas perlas
que cuelgan de un gastado vestido.
Se acurruca la carne
en torno a un vela que caldea
una angosta habitación gélida,
por el aleteo de mil mariposas nocturnas,
enfundadas en sus alas negras
y sus vuelos lentos.
Se postula para vida,
una muerte a destiempo
que nunca se anunció
y que no fue más que un desierto.
Contrabando de horas clandestinas,
en los callejones donde se trapichea
con millones de vidas.
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