de los días olvidados,
buscando algún residuo
de minutos más dulces.
Solo encontró,
un puñado de arena seca
y dos piedrecitas de miedo.
Recogió sus dos bolsillos
repletos de pequeños pedazos
de papel y tinta de palabras,
sus zapatos de andar por casa
y su pamela de vientos y brisas.
Salió a la vida con lo puesto
y algún que otro sueño
prendido con alfileres
en la solapa de la chaqueta.
Hoy ya es mañana,
y mañana no llega nunca.
Y dejó de esperar un suspiro que no existe
y una luz que nunca brilla.
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