Juan se levantaba como cada mañana a las 7’30 h. Ya hacía
muchos años que no era imprescindible madrugar,
pero uno se acostumbra a una rutina, y después ya forma parte de tu día
a día. Se preparaba un tazón de café (descafeinado por prescripción médica) y
leche desnatada (también por prescripción médica) y un par de tostadas del pan
sobrante del día anterior. Le gustaba echarles un buen chorro de aceite de
oliva y nada más. Hacía su cama y recogía lo poco que el mismo ensuciaba. La
ventaja de vivir solo, se decía, es lo poco que uno ensucia. Esperaba sentado frente a la tele la llamada de su hija Isabel, y
charlaban durante unos 5 minutos. Ella llamaba todos los días para saber que
ambos estaban bien.
[Desde que Elvira (su Elvira) estaba en el centro ingresada,
su vida era monótona y aburrida. Añoraba las charlas, los paseos, la
complicidad y hasta las discusiones por los pequeños detalles: que ver en la
tele, que cenar, cuando salir……..
Uno nunca es consciente de la riqueza que tiene hasta el día
que la pierde.]
Se sentaba frente al ordenador (algunas mañanas para charlar
con su hijo Jorge que vivía en el extranjero y así les era más cómodo a ambos)
para leer el periódico y descubrir una
vez más que las redes sociales vierten más veneno que verdad, pero reconocía
que esto le mantenía conectado al mundo. Esperaba, como siempre a que dieran
las 10 h., para irse a ver a Elvira (su Elvira).
Siempre le llevaba alguna de las pocas “chucherías” que le
estaba permitido y aconsejado llevar. Se sentaba junto a ella y le hablaba de
lo que había visto esa mañana en el periódico. De lo que había hablado con sus hijos, siempre
le mandaban millones de besos y abrazos para ella. Volvía a enseñarle las fotos
de sus nietos, unas veces las miraba ausente pero otras las besaba con ternura.
Le agarraba de la mano y le leía algún libro. Elvira (su Elvira) siempre fue
una gran lectora. Amante de la literatura y de la poesía. Había sido profesora
de Lengua y Literatura toda su vida.
Ella le miraba, como quien mira a un ser desconocido pero
con cariño. Algunas veces (las menos) le reconocía y le abrazaba o le hacía una
caricia. Otras le confundía con alguno de sus hijos y le regañaba por no haber
recogido su cuarto….pero la mayoría de las veces no decía nada. Estaba ausente,
pero con una permanente mirada melancólica.
A Elvira le diagnosticaron alzhéimer hacía ya bastantes
años, y poco a poco Juan fue viendo como Elvira (su Elvira) se iba perdiendo en
un mundo desconocido para él.
Una mañana una de las enfermeras le dijo a Juan lo que
admiraba el cariño y la devoción con la que todos y cada uno de los días del
año, sin faltar uno, iba a pasar el día con su mujer, a pesar de que ella la
mayoría de las veces ni le reconocía. A lo que Juan le respondió.
-
o - No es nada extraordinario, es algo muy normal,
porque ella siempre será Elvira, MI ELVIRA.
El cariño bien palpable en tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, esa era mi intención. Me alegro de que se perciba. Saludos :)
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