Me limito a vivir,
así, sin barreras.
Sin objetivos ni deseos,
los escollos ya vienen ellos
y se ajustan entre el empeine del pie
y la sonrisa acida de la boca.
Me limito a deambular,
a transitar por los escritos
que escribo pero no siempre suscribo.
A desgastarme a lametazos
de ojos que leen.
A corregir un tachón de tinta salada
en el esfuerzo de una mañana
que casi era de luz y rayo.
Cuando las mariposas negras
levanten el vuelo, prometo empezar
nuevos engendros menos oscuros
y más vistosos y sutiles.
A veces no queda más remedio
que deshacer los versos enquistados
para poderlos abrir y allanar.
No sé si sucumbiré a tanto ahogo,
pero no es la primera vez
que el huno se acomoda en mi cabeza.
Igual si abro ventanas
en la azotea de este hueco
se despejan todas las tonterías,
los absurdos,
los gritos ciegos
y las visiones sordas.
¿Cuándo dejé el barco a la deriva?
No recuerdo si quiera
cuando empecé el viaje.
La aguas siguen revueltas,
y yo aquí procesando
una idea que no acabo de digerir.
El agua roza la punta de mis dedos
y un escalofrío de limpio
recorre mi espalda.
Los retazos de una infancia lejana
se paseas por la charca
como hojas que
navegan.
Y mientras tanto
bebo una copa de vino
y sonrío a una caricia que recibo.
En algún momento esas "mariposas negras" volará y quizás den paso a otras, de colores, y con un mensaje nuevo.
ResponderEliminarUn saludo.