Se amontonan las palabras
en este estanque cerebral.
Viajan a la deriva
sin remo ni timón.
¡Quisiera contarte tantas cosas!
Adolezco de melancolía crónica.
Ya me dijeron que no tiene cura.
Veo una flor marchita
sobre un lecho de hierba seca.
Un pájaro de trino mudo
y un aroma de rosas muertas.
La mañana se viste de ocaso,
y la noche de agujero negro.
Tengo una cicatriz en la mano
y una herida en los ojos.
Sólo veo lo que el rabillo me deja,
lo demás tiene un velo oscuro.
Deposito un beso en la faz del día,
la brisa se lo lleva suave hasta tu puerta.
La aldaba lo absorbe y golpea,
un beso,
dos besos,
tres besos….
Triste cascada
de ósculos sin dueño.
en este estanque cerebral.
Viajan a la deriva
sin remo ni timón.
¡Quisiera contarte tantas cosas!
Adolezco de melancolía crónica.
Ya me dijeron que no tiene cura.
Veo una flor marchita
sobre un lecho de hierba seca.
Un pájaro de trino mudo
y un aroma de rosas muertas.
La mañana se viste de ocaso,
y la noche de agujero negro.
Tengo una cicatriz en la mano
y una herida en los ojos.
Sólo veo lo que el rabillo me deja,
lo demás tiene un velo oscuro.
Deposito un beso en la faz del día,
la brisa se lo lleva suave hasta tu puerta.
La aldaba lo absorbe y golpea,
un beso,
dos besos,
tres besos….
Triste cascada
de ósculos sin dueño.
¿Seguro que los "besos no tienen dueño"...? Quizás ese es el sino del poeta y sólo él, como autor, sabe la respuesta.
ResponderEliminarUn abrazo.