las palmas podrían llevar espinas.
Con los ojos llenitos de nubes
voy calle arriba, calle abajo
buscando pañuelos blancos
con puntillas de seda de sueños.
Sobre los hombros me puse toquilla de abrazos
y me calé un sombrero de imágenes florales
hasta los parpados,
pero sólo veo campos de amapolas negras
y margaritas blancas, acompañadas de cardos grises,
como sacado de una película de Chaplin.
Por la esquina de la mañana,
se van perdiendo los rayitos de colores.
Y los aromas cálidos,
se mezclan con las luces de un crespúsculo decadente.
En el cerúleo de unos ojos apagados,
quedan gotas lapislázuli que gritan.
Quizá la el deseo no mato a la esperanza.
Quizá las manos, no lleven espinas.
Pero la noche, una vez más,
se viste de azabache y ocaso.
Mientras los murciélagos vuelan en círculo
sobre cuellos de piel transparente
y cuencas vacías de ojos
y repletas de humo negro.
Cuando las gotas lapislázuli
inunden la pantalla, volveremos a tener
una amapola roja,
un trébol de cuatro hojas verde,
un trocito azul-mar en la retina
y bermellón en labios y corazones.
Hay que dejar que broten los sueños y entonces esas "gotas de lapislázuli" inundará la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.