Amanezco con regusto a vacío.
La mirada caída y el llanto
tejieron una maraña de
hilos invisibles, que se cruzan
y lían sin dejarme mover.
Me acurruco bajo las mantas
en un intento de protección.
¡Absurdo!
Nada protege cuando el frio
viene de dentro.
Una brisa de risas y cantos
se cuela por la ventana,
y mi psique se despereza
pero el cuerpo no acompaña.
Al son de este estallido
pinto de rojo y
granate
el aire que envuelve
mi estancia mental.
Como si fuese un buen vino
respirando armonía en una copa.
Llena de ganas y síes,
vuelo y despliego mi ser,
mi necesidad de ser.
Pero el cuerpo sigue encogido,
y yo sigo esperando
que algún músculo
decida despertar.
Es como una pereza instintiva, algo que todos hemos vivido en algún momento, como tu protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es¡¡¡ Un saludo¡¡
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